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sábado, 22 de septiembre de 2007

EL PRIMER DISCO DE ACETATO

Presentación del Primer Disco de Larga Duración del Grupo Turaguas
Por: Guillermo De León Calles


Los cantos anduvieron dispersos. Algunos se acurrucaban en las faldas de la fría sierra coriana, otros se enredaban en los crespos espumosos de la costa y los más se desplazaban por la aridez de Paraguaná buscando la sombra del Cerro de Santa Ana. Los cantos alguna vez fueron cuadros pictóricos creados por Jesús Manaure o verso cierto metido en la creación domestica de aquel salvero que cambiaba plegarias por esperanza. Eran pintura, poesía, escultura rústica o melodía retozando en el aguardiente de las festividades, más, no tenían agrupaciones que los recogiera y los pusiera a andar por la geografía musical de Venezuela. Entonces surgieron varias y entre ellas, el Turaguas.
Todo comenzó cuando el fruto perdido en el Cerro Santa Ana fue alcanzado y de allí tomaron el nombre. Después vino el rebuscar, la imaginación, las gargantas amarradas a la tierra, creencia en identidad, las manos que se volvían locas rescatando los tambores de las orillas salobres y los ojos que trepaban en las venas corianas. Todo comenzó y prosiguió con la misma entereza. La intensión ruralista de aprisionar tradiciones se vino hasta los límites de la urbe y en el Banco Obrero de Punto Fijo se centraron las ganas de que Falcón uniera, con inquietudes itinerantes, todos sus aires musicales. El Turaguas desde ese momento, se puso de acuerdo con los cueros secos, con el cuatro que es capaz de estremecer cualquier cielo, con la guitarra amansada por el tiempo, con todo, con las voces añejadas prestadas por los campesinos de las regiones remotas. Con esta carga afectiva el Turaguas continuó su rumbo, se metió en otros escenarios del país a multiplicar aplausos con las manos amigas que iban encontrando. Y se fue en una Navidad a Santo Domingo a cantarle a los tambores dominicanos que en Falcón y Venezuela vivían unos tambores hermanos.
Ahora, la constancia hace que nazca un disco. Cuando nos lo dijeron, con las gargantas llenas de triunfo, nos llego el rumor de que la urupagua se abrió para dar paso a su blancura y de que los chuchubes de Rafuche decidieron inventar su más tierno concierto. Cuando nos manifestaron que el Turaguas ya tenía cabida en el mundo disquero, sentimos que Ramón Blanchard salio corriendo hasta llegar a las playas de La Vela para contar la buena nueva y pedirle al mar que la arrastrara hasta Cumarebo. Olga Camacho se precipitó por los callejones de la ciudad vieja y convocó a los ritmos del pasado para que repicaran Gloria.
Mientras tanto la fruta Turaguas se subió a la cúspide del Cerro Santa Ana y desde allí le grito a Venezuela, que nunca se moriría.

Guillermo De León Calles

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